Homosexualidad en América Prehispánica
Antes de la llegada de los europeos a América, los nativos de estas tierras y la mayor parte de sus civilizaciones tenían más respeto y tolerancia por las personas de orientación homosexual, así como por la mujer.
En Centroamérica, las islas del Caribe y Norteamérica, los homosexuales eran considerados seres especiales, mágicos, dotados de poderes sobrenaturales cuya cercanía era augurio de buena suerte.
El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo relata que había indígenas que acostumbraban, para buscar protección y ayuda divina, traer por joyel un hombre sobre otro en aquel acto de Sodoma, hecho de oro de relieve.
Ejemplos escultóricos que han quedado de las culturas mesoamericanas, indican una tolerancia y aprecio de las prácticas homosexuales, similar a las del mundo mediterráneo precristiano o las de la India clásica.
En los pueblos precolombinos, cada grupo indígena concibió la sexualidad de acuerdo con su cultura. En el Nuevo Reino de Granada, los caudillos desnudos promovían las relaciones homosexuales entre sus seguidores, lo que escandalizó al cronista fray Pedro Simón, quien indignado sentenció a todas estas naciones por haber caído en lo que llamó “el pecado nefando”.
Según estudios antropológicos en Ecuador, los nativos distinguían divinidades masculinas y femeninas: Dios Sol, Dios Luna, Madre Tierra, Madre Naturaleza, Padre Volcán. Y respetaban la bisexualidad.
Según las leyes y creencias de estos aborígenes, para ser chamán de una tribu era necesario ser homosexual, lo cual implicaba sabiduría, la representación de lo masculino y femenino en un solo ser.
En México, hay episodios históricos en los que la homosexualidad y el travestismo formaron parte normal de la sociedad. Algunas tribus de Sonora permitían que ciertos hombres asumieran el papel de mujer, sin necesidad de tener un esposo y sin avergonzarse en lo absoluto.
En la tribu de los pápagos, los jóvenes tenían libertad para elegir su propia identidad sexual mediante un rito sagrado, algo parecido ocurría entre los mojaves que habitaban lo que hoy es Arizona en los Estados Unidos.
En poblaciones zapotecas de Oaxaca aún se pueden encontrar hoy en día los muxe, considerados el tercer sexo. Los muxe nacieron varones pero se visten con ropa de mujer y asumen roles femeninos en la comunidad. Tradicionalmente, iniciaban la vida sexual de los adolescentes, ya que no era aceptado que las jovencitas perdieran la virginidad antes del matrimonio.
Un estudio antropológico de la década de los setenta encontró que aproximadamente el 6 por ciento de la población masculina del Istmo de Tehuantepec está compuesta por muxes.
En fin, el caso es que diversas civilizaciones precolombinas llamaban a la homosexualidad el “Tercer sexo sagrado”, sin entrar en tantas complicaciones de categorías y explicaciones.
Fuente: EneHache