Porno en situación: “¡Arrésteme, Sargento, y póngame cadenas!”
“¡Arrésteme, sargento, y póngame cadenas!”, así reclama el estribillo de un viejo tango argentino. Nunca supe bien si el protagonista de la historia era un criminal arrepentido, o si tenía un fetiche con los policías. Para este posteo me quedo con la segunda idea, que es menos dramática y mucho más sabrosa. Después de todo, ¿quién no se ha fantaseado con algún uniformado, desde que Tom of Finland se largó a dibujarlos con tanta pasión?
Si tú te cuentas entre los que tienen algún fetiche con la autoridad, te recomiendo una serie porno de Men.com llamada “Men in blue” y protagonizada por Connor Kline. Después del salto seleccioné dos episodios. En el primer episodio, Andrew Stark penetra el musculoso culo de Kline, con su propia porra (y esto es literal). En el segundo episodio es Liam Magnuson quien le enseñará a nuestro insaciable protagonista quién tiene el rango más grande.
Sigue el salto para ver imágenes y elegir tu escena preferida. Y también les dejo el tango que les mencioné al principio (que se llama “A la luz de un candil”), para los que gusten de las tradicionales melodías del Río de la Plata.
– Leandro
Imágenes: Men.com
Connor Kline & Andrew Stark (primer episodio)
Connor Kline & Liam Magnuson (segundo episodio)
“A la luz de un candil”
Compuesto por Carlos Vicente Geroni Flores y Julio Navarrine, e interpretado por Edmundo Rivero.
¿Me da su permiso, señor comisario?
Disculpe si vengo muy mal entrazao,
yo soy forastero y he caido al Rosario,
trayendo a los tientos un güen entripao.
Quizás usted piense que soy un cuatrero,
yo soy gaucho honrado a carta cabal,
no soy ni borracho ni soy un matrero;
¡Señor comisario… yo soy criminal!…
–
¡Arrésteme, sargento,
y póngame cadenas!…
¡Si soy un delincuente,
que me perdone Dios!
–
Yo he sido un criollo güeno,
me llamo Alberto Arenas.
¡Señor… me traicionaban,
y los maté a los dos!
Mi china fue malvada,
mi amigo era un sotreta;
mientras yo fui a otro pago
me basureó la infiel.
Las pruebas de la infamia
las traigo en la maleta:
¡las trienzas de mi china
y el corazón de él!
–
¡Apriete, sargento, que no me retobo!…
Yo quiero que sepa la verdad de a mil…
La noche era oscura como boca e’ lobo;
Testigo, solito, la luz de un candil.
Total, cuasi nada: un beso en la sombra…
Dos cuerpos cayeron, y una maldición;
y allí, comisario, si usted no se asombra,
yo encontré dos vainas para mi facón.
–
¡Arrésteme, sargento,
y póngame cadenas!…
¡Si soy un delincuente,
que me perdone Dios!