Hace un tiempo escuché a alguien decir, cuando le dijo a su mamá que es gay (y un poco para amortiguar el impacto), que es como cualquier otra persona que trabaja, paga impuestos y va al cine; que lo único que cambia es el sexo de la persona con la cual se va a la cama. Por un lado, estoy de acuerdo con esta persona, ya que realmente en general somos “como cualquier otra persona” que ríe, ama, sangra, grita, canta, baila, corre y llora. Sin embargo, también creo que pertenecer a esta comunidad va más allá.
Ser gay para muchos de nosotros no se limita únicamente a sentir atracción por personas de nuestro mismo sexo. Ser gay hoy en día implica sumergirse en una cultura real y viva, sobre todo si, como yo, tú que me lees también vives en una ciudad grande, vibrante y progresista. Para mí, ser gay también se refleja en la música que escucho, mis amistades, mi postura política, las noticias que leo, lo que consumo y muchos otros aspectos que cada vez impactan más otros aspectos personales. Busco marcas gay friendly como American Express o IBM (ya sea que apoyen a sus empleados o cuyo target sea el pink money), visito cafés como Starbucks donde sé que puedo tomar de la mano a un chico, viajo a destinos que por excelencia reciben turismo gay como Londres, ingreso a sitios de noticias como CNN que constantemente publican objetiva y abiertamente datos que le atañen a mi comunidad, y trato de informar a la sociedad en general cuando se presenta la oportunidad para eliminar mitos y estereotipos (por ejemplo, escribiendo esta nota).
Todo esto me hace “más gay” para los ojos de algunas personas. Constantemente escucho comentarios (tanto de miembros de nuestra comunidad como de heterosexuales) como “eso es muy gay” o “él no parece tan gay” para referirse a acciones que van más allá de ver muestras de afecto en público. Muchas veces hablan la forma de vestir, hablar, bailar, etc. Personalmente puedo afirmar que, cuando la gente me observa, no necesita fijarse demasiado para darse cuenta de mi orientación, aunque ciertamente tampoco salgo de casa todos los días bañado en plumas, lentejuela y diamantina (no es que esté mal, de hecho aplaudo a quien lo hace, pero no es mi estilo). No obstante, no me incomoda. Me siento a gusto siendo quien soy, libre de serlo, y hasta llega a ser divertido o una buena forma de romper el hielo en algunas ocasiones. Incluso me ha unido más con algunas personas.
¿A qué voy con todo esto? Quiero explicar que cada miembro de nuestra comunidad lleva su estilo de vida como mejor le conviene, como más le gusta y es respetable. Eso no nos hace más o menos LGBTTIQQ2SA. Al pertenecer a un grupo minoritario, ciertamente creo que debemos conocer y apreciar muchos aspectos de la cultura que nos define, pero también creo que cada quien puede incorporarla a su vida de forma distinta. Podemos saltar de nuestros asientos en los clubes nocturnos en cuanto escuchemos las primeras notas de himnos como “Believe”, pero también los hombres de esta comunidad podemos usar herramientas, ver el fútbol y usar ropa fea y vieja sin sentirnos culpables, y las chicas usar maquillaje, encaje y perlas para ir de compras. No se trata de traicionar o no a nuestra comunidad, se trata de no traicionarnos a nosotros mismos.
Fuente: EneHache