Leí hace unas semanas cuatro años en una conocida web de noticias una entrevista a La Prohibida de lo más esclarecedora. En ella, no sin razón, la famosa transformista española se quejaba de que, más allá de su personaje femenino, a algunos les daba miedo conectar con su persona real. Por aquello de que trabaja de travesti, como si cuando se quitara la peluca no fuera igual de hombre que los demás.
Hablaba del miedo a lo femenino, a lo afeminado y no paraba de ironizar sobre el concepto de los ‘ultramachos’ que huían despavoridos ante el más mínimo rasgo femenino. Curioso, porque justo ahora el fenómeno travesti está arrasando en todo el globo con fiestas como ‘Que Trabaje Rita!’ o programas como ‘RuPaul’s Drag Race’.
Y la verdad es que da que pensar. La percepción de la pluma es algo a veces bastante subjetivo. Yo tengo amigos a los que no veo pluma por ningún lado y a los que otros sí se la ven. Esto va como va. Realmente, salvo que seas una súper loca, lo de perder aceite creo que es muy relativo. Más que nada porque hoy en día el mundo es cada vez más ambiguo y es muy difícil discernir con claridad quién entiende o quién no, más allá de preguntarlo claramente. Sin contar esa gente que, constantemente, pregunta si el otro tiene pluma. Como si te fueran a contestar a eso…
Otro apartado importante es el terror que les suscita a la mayoría entrar a formar parte del mundo gay porque este es un mundo de “afeminados y salidorros que van a saco”. Bien, gente estrambótica la hay en todas partes y salidorros pues en fin, solo hay que ver la de putas que hay en en el mundo. Será porque tienen clientes, digo yo.
Para algunos es mucho más fácil y menos deshonroso decir que son bisexuales, como si estos fueran más masculinos y se alejaran de ese lado femenino que parece implícito en el mundo gay, como si no hubieran más opciones o como si fuera algo malo o pernicioso. Otros asumen que por tener un rol u otro dentro de las relaciones sexuales hacen de hombre o de mujer. En todos los casos están aterrados ante la posibilidad de perder su hombría.
Menuda gilipollez.
Chicos, estamos muy anclados en el pasado. El mundo gay ha estado muy segregado y ahora que hay toda una legión de nuevos bisexuales ajenos a este universo hay que explicar claramente cómo funciona esto, que no es tan fiero el lobo como lo pintan.
El mundo homosexual es de lo más variopinto y hay chicos para todos los gustos. A algunos les gustan súper masculinos, cierto, pero también hay mucha gente a la que le gustan los chicos más delicados, femeninos, transexuales… A las lesbianas no les pasan estas cosas, la mayoría acepta con normalidad la ambigüedad porque no tienen sobre sí el machismo residual que aún arrastramos los gays.
Uno no puede cambiar lo que es. Nacemos como nacemos. Y así como estoy de acuerdo en mejorar nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestra vida trabajando en ello cada día, hay cosas que debemos aceptar como vienen y, lo más importante, aceptar a los demás.
Porque si no te atraen sexualmente los chicos afeminados, de acuerdo, no te acuestes con ellos. Pero respétalos.