Desde hace algunos años, el concepto de la infidelidad dejó de escandalizarme. Esto no quiere decir que tenga ganas de que mi novio salga corriendo a ponerme el cuerno o yo liarme con cuanto hombre me tope por la vida. A lo que me refiero es que si llegara a ocurrir, por cualquier razón, no creo que sea el motivo devastador de ruptura, como lo llegué a pensar en otro momento.
Si algo nos ha enseñado Frank Underwood es que la fidelidad es un término ambiguo que nada tiene que ver con el compromiso dentro de una relación. En los últimos tiempos la noción ha evolucionado más hacia una cuestión de diplomacia, como en House of Cards, y, por supuesto, confianza. Sin embargo, la tecnología y las posibilidades virtuales que ofrece, parece complicar más la cuestión.
Pongamos un caso hipotético: es viernes por la noche y una persona cualquiera, A, está en casa aburrido porque su pareja, Persona B, tuvo un contratiempo en la oficina y no va a salir pronto.
Frustrada, la Persona A abre una cerveza, prende la tele y empieza a chatear con Persona C, un chico conocido al que hace años no ve, pero con quien sostiene encuentros pasajeros a través de la pantalla de su celular. Persona A no está interesada en Persona C, nunca lo ha estado, pero la usa de vez en cuando de la misma forma que visita una que otra página pornográfica. Persona A no ha tenido contacto físico con otras personas durante su relación con Persona B, sin embargo, en más de una ocasión ha mandado y recibido fotos con Persona C.
Entonces, ¿Persona A le está siendo infiel a Persona B?
Rob Weiss, un terapeuta certificado y maestro en trabajo social quien dirige el Instituto de Recuperación Sexual en Los Ángeles, define la infidelidad como “la ruptura de la confianza y el mantenimiento de secretos en una relación íntima”. En ese sentido, si Persona A no le ha dicho a Persona B sobre sus parrandas digitales, estaría cometiendo ciberadulterio.
El público en general parece estar de acuerdo con esta definición. En un estudio realizado en conjunto por The Huffington Post y YouGov (una firma internacional de investigación de mercado basada en Internet) se encontró que el 74 por ciento de los hombres encuestados dijeron que el sexting es deshonesto.
Al final, todo depende de la importancia que le da cada quién al tema. En el mundo de la sexualidad es difícil generar parámetros morales y son fundamentales los acuerdos a los que se ha llegado con la pareja y que tan permisivo se es el uno con el otro. En estos casos, la línea no es tan delgada, como extremadamente individual, y cada situación debe de ser evaluada por separado.
Si llegara a quedar alguna duda sobre cómo pronunciarse tras un intercambio de índole sexual en un dispositivo móvil, creo que el análisis se debe centrar en las secuelas. Si el resultado es una sensación amarga en el paladar de la consciencia y si en los días subsecuentes se experimenta una cruda de arrepentimiento, hay un fuerte indicio que la conducta violentó la confianza del cónyuge y, por lo tanto, sí se cometió un acto de infidelidad.
El otro asunto a considerar es qué pensaríamos si nuestra pareja hiciera exactamente lo mismo.
¿Cómo lo tomaríamos? ¿Qué haríamos al respecto? ¿Cómo reaccionaríamos? Aunque estén relacionados íntimamente, no creo que la infidelidad se base en guardarle secretos al ser querido como dice Rob Weiss, porque estos siempre existirán en una relación. Se trata de juzgar las acciones propias con los mismos argumentos y criterios como se hace con el otro.
Créditos: GQ