Volver a clases es una experiencia única, más cuando uno espera ver con ansías a ese maestro que nos eleva la temperatura.
Sin duda todos hemos tenido un maestro con el que siempre fantaseamos. Durante la secundaria y/o preparatoria, estamos siempre tentados con ese hombre mayor, que se ve imponente cuando está al mando de la clase y que siempre estamos esperando que algún día se…. “sobrepase con uno”.
En cambio, en la universidad es algo más arriesgado, porque aquí no esperamos a que él se sobrepase, sino todo lo contrario.; porque nos adueñamos de nuestras ganas y casi siempre estamos poniéndole alguna tentación para que él decida seguirnos el juego.
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Ese profesor que siempre tiene cara de serio, pero es tan hermoso que no le podemos quitar la vista de encima.
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El maestro que siempre le gusta mostrar demás.
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Esos de barba bien cuidada, flaco y alto, de los cuales imaginamos que tienen “tremenda cosa” entre sus piernas.
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Los de pompas redondas y duras.
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Aquellos que se ven gruesos y fuertes.
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Ni que decir de esos que son bellos en todo el sentido de la palabra y que a veces te guiñan el ojo.
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Los que tiene carita de niño consentido.
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Los que se les nota que necesitan que les den mucho cariño.
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O aquel maestro que demuestra que la piel es un lienzo para el arte.
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¿Te acuerdas de aquel que andaba con su mano dentro del bolsillo delantero del pantalón y uno estaba atento a que se tocara el paquete?
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Siempre hubo uno al que le odiamos su materia, pero lo amábamos a él en secreto.
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Aquel que te quedaba mirando fijamente para hacerte una pregunta… ¡Intimidante!
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O el que con una sonrisa ingenua te decía algo.
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También está el profesor con cara de mansa oveja, pero alma de lobo
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Aquel que le gusta estar a la moda.
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Ni que decir de los que van al gym y nos muestran sus músculos.
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Aquel que se hacía el decente, pero muchas veces te hizo alguna pregunta ambigua.
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Había un profesor al que le veíamos un no sé qué, no sé dónde.
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Y hay que confesarlo, todos conocemos a algún compañero o fuimos, el amante fuera de clases, de ese profesor gay.
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Todos odiamos las matemáticas… pero Pietro hizo que las amaramos cuando nos puso a contar sus “cuadritos” abdominales.
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