Los murmullos sobre la homosexualidad de los políticos se volvieron un arma de guerra sucia muy usada en Francia, y quizá ninguno se ha visto tan afectado en su imagen por ello como el actual presidente de la República, Emmanuel Macron.
En 2017, triunfó con el 66 por ciento de los votos, luego de que en la campaña, izquierda y derecha removieron una y otra vez el chisme nada nuevo, sino surgido en 2014, cuando su nombramiento como ministro de Economía lo sacó del anonimato. “Era joven, ambicioso, guapo, rico, brillante… Había que encontrarle una falla y apareció: su situación marital poco común con Brigitte Trogneux, 24 años mayor que él”. Eso les facilitó a sus enemigos decir que era gay y tocó buscarle una pareja, relató el periodista Quentin Gerard, en Libération.
Por esos días, surgía también al estrellato otro intrépido joven, Mathieu Gallet, presidente y director de Radio France: bello, ambicioso y fenómeno mediático como Macron, cuya discreción sobre su vida privada provocó chistes de doble sentido. Además, su mentor fue el ministro de Cultura, Frédéric Mitterrand, sobrino del fallecido expresidente François Mitterrand y uno de los pocos políticos abiertamente gais del país.
Fiel a la tradición racionalista de la nación, Libération explicó por qué es perjudicial que se diga que un hombre del poder es gay:
“Pese a su aceptación en la opinión, la homosexualidad aún es percibida como un tabú en política. Algunos creen que ello crea un freno inconsciente en los electores. En este universo patriarcal, del macho, insinuar que alguien es gay es restarle virilidad. Así, Francia sería como una mujer que no puede ser ‘tomada‘ por un político homosexual”.
El periódico recordó también que, según la “rumorología” reciente, “todos los hombres que nos gobiernan son homosexuales”.
En la gesta electoral, agregó Libération, al volverse peligroso en las encuestas, Macron fue atacado por esa vieja guardia “tristemente apegada al poder” que él prometía desbancar con sus 39 años y su aire de líder de la nueva generación. El expresidente y candidato Nicolas Sarkozy le expresó a Le Point que era “un poco hombre, un poco mujer” y el banquero Philippe Villin propaló que su matrimonio era “una fachada para disimular sus inclinaciones profundas”.
La extrema derecha llamó “Madame Macron-Gallet” a Mathieu y su máxima reliquia, el profascista Jean-Marie Le Pen, padre de Marine Le Pen, gran rival de Macron en la contienda, le asestó: “Habla de futuro, pero no tiene hijos”, y volvió sobre las especulaciones de sus amores con Gallet.
“Es misógino y homofóbico decir que soy gay porque vivo con una mujer mayor que yo”, es la respuesta de Macron a los chismes.
Como sucedió en los comicios de Estados Unidos, también aparecieron los rusos, adeptos a Le Pen. Komsomólskaya Pravda, de Moscú, y la revista Sputnik manifestaron que además de psicópata era homosexual y que lo apoyaba un “lobby gay” de millonarios como Pierre Bergé, quien fue pareja de Yves Saint Laurent. Julian Assange, fundador de WikiLeaks, anunció por su parte que recibió información al respecto de la campaña presidencial de Hillary Clinton.
“Ya saben lo que dicen de Emmanuel”, comentaba Brigitte Macron, para asombro de su marido, en las cenas de alta sociedad de París, según Vanity Fair España. Al oírla quejarse del bochinche, Xavier Niel, dueño del grupo Le Monde, le recomendó acudir a Michèle Marchand, Mimi, líder de los paparazzi y armada con los contactos clave en el gobierno y la prensa. “Ella puede apagar fuegos, repeler bombas fétidas, en resumen, garantizar la paz”, explicó la revista.
Brigitte estaba preocupada, pues se hablaba de la próxima aparición de fotos comprometedoras de Macron en revistas sensacionalistas como Voici y Closer. “No hay nada”, la tranquilizó Mimi tras algunas averiguaciones y desde entonces maneja la imagen de la pareja.
Algunos entrecejos se fruncen por eso. Con Mimi, la prensa rosa vivió un nuevo furor en Francia, país que decía no interesarse por la vida privada de los políticos. Entre sus primicias, se cuentan los escándalos más resonantes que ellos han protagonizado en los últimos años: las fotos del expresidente Hollande en huida en moto al encuentro de su amante secreta, Julie Gayet, o el romance de Carla Bruni con Sarkozy.
Pero hay un lado oscuro de Mimi del cual fueron advertidos los Macron. “Esa mujer es capaz de cualquier cosa”, los alertaron. De igual modo, les recordaron que estuvo presa por lavado de dinero y que dos de sus exmaridos son también exconvictos. Su exclienta cuando era primera dama, Carla Bruni, le habló a Vanity Fair de ciertas frases “ligeramente brutales” que le había oído a Mimi e insinuó que se cobija bajo el árbol que mejor sombra le ofrece.
Aún así, los Macron confían ciegamente en ella y Brigitte es su gran amiga. Se cree que mucho del éxito de la pareja se debe a la estrategia creada por Marchand, quien animó al entonces candidato a desmentir los cuchicheos de la homosexualidad en público. “Si oyen en alguna cena o leen en algún correo en cadena que llevo una doble vida con Mathieu Gallet o con cualquier otro, será que mi holograma se fugó”, declaró, con un toque de humor que obró en su favor, lo mismo que cuando expresó:
“Decir que un hombre que vive con una mujer de más edad no puede ser otra cosa que un homosexual o un gigolo escondido, es misógino y homofóbico. Si fuera gay, lo viviría”.
Amor prohibido
En los años noventa, la profesora Brigitte Trogneux dejó a su esposo y padre de sus tres hijos, loca de amor por Emmanuel, un adolescente al que ella instruía en teatro en un colegio jesuita de Amiens. Se casaron en 2007 y sigue siendo un enigma si tuvieron sexo antes de que él se hiciera mayor de edad.
Créditos: Jet Set