Cuando eramos pequeños, era frecuente que tuviéramos que dar respuesta a la pregunta más existencial del momento: “dime Juanito, ¿qué quieres ser de grande?”, y entonces nosotros, o Juanito en este caso, abandonábamos nuestros juegos para imaginarnos rescatando heroicamente a las ahumadas víctimas de algún incendio, arrestando peligrosos criminales o hasta de safari por ignotos recovecos del África Negra; y entonces contestábamos con satisfacción anticipada y una sonrisa de oreja a oreja, lo que seríamos de grandes. Años después crecimos, fuimos al bachillerato; tal vez nos aventamos una carrera y entre desvelos, trabajos, exámenes, y sábados de ligue, nos topábamos con nuestras tías y las amigas de mamá que interrumpían su algarabía social para preguntarnos otra vez: ¿qué harás al terminar tus estudios, Juanito?, y el pobre Juanito, así como en su momento también nosotros, mira estupefacto a las menopáusicas señoras mientras se devana los sesos buscando para ellas una respuesta convincente.
Así, Juanito se enfrenta cada tanto a una nueva versión de la misma pregunta; cada tanto debe buscar dar atisbos de lo que va a ser su futuro para darle un sentido al hoy que a su vez le ocupa. Y con los años, llega el cumpleaños en que no es más Juanito, sino un Don Juan adulto que por fin es lo que iba a ser de grande y ya hace lo que se supone que haría cuando terminara sus estudios, con cierto margen de error, por supuesto. Y es entonces cuando la vida le pareciera resuelta y conseguida, carente de más preguntas insidiosas que le obliguen a verse proyectado en el futuro; pero se equivoca, siempre habrá una nueva situación que le cuestione: ¿qué vas a hacer cuando seas viejo, Juanito?
Ya no hay un adulto condescendiente ni una tía melosa para hacer esa pregunta, ya no hay respuestas inteligentes ni un límite de tiempo para contestar; sólo está Juan y sus reflexiones desde algún momento de tranquilidad: tal vez abrazando a su pareja que se va quedando dormida o conduciendo el auto de vuelta a casa. ¿Qué vas a ser cuando seas viejo?, la idea suena en su cabeza reverberando como un eco persistente mientras espera a que algún estímulo le distraiga de sus introspección incómoda y le deje concentrarse en otra cosa, alguna que le inquiete mucho menos. Y es que en la comunidad gay el tema de la vejez es un tópico tabú que constantemente evitamos en las conversaciones con los amigos y en las reflexiones personales. La mercadotecnia nos envuelve con modelos de desbordada juventud que son remplazados en cuanto la primera cana se aparece entre sus cabellos; vestimos ropa juvenil aunque hayamos rebasado los cuarenta y asistimos al gimnasio para aferrarnos a la juventud que insistentemente se nos escapa de entre los dedos. Eso no esta mal, lo que es malo es vivir con miedo.
La vejez es un tema incómodo. Pensar en la vejez para el hombre gay le implica pensar en la soledad por anticipado, perder la competitividad social que hoy le permite sentirse atractivo y exitoso en el ligue, y ser objeto de un doble rechazo por ser homosexual y por ser viejo, rechazo proveniente de la comunidad heterosexual y de la gay. Inevitablemente la comparamos con la vejez de un hombre heterosexual y sentimos que salimos perdiendo, ya que idealmente el hombre con esposa e hijos llega a viejo rodeado de su familia, con compañía garantizada y cariño y soporte que no habrían de faltarle hasta sus últimos días. Idealmente.
La realidad es que para el hombre homosexual o el heterosexual, la vida no da garantías para la vejez. Nadie puede garantizarte que lo tendrás todo cuando seas viejo e, igualmente, nadie puede garantizarte que no tendrás nada. El hombre heterosexual puede ser objeto de divorcio y llegar en soledad a una edad avanzada donde los hijos pueden estar cada vez más lejos y le visiten sólo en Navidad o alguna vez cuando esté muy enfermo; el hombre gay puede llegar a viejo rodeado por su antiguo grupo de amigos, y los amigos nuevos, conectado con su familia y envejeciendo con su pareja. Así, no más hay garantías de las que uno mismo establece.
A ti, ¿qué tipo de vejez se te antoja? Hoy es el momento en el que debes de extender tu proyecto de vida a esos próximos años y visualizarte en el mañana como lo hicieras cuando niño; y establecer tu estilo de vida actual dependiendo del tipo de viejo que serás: ¿Quieres ser un viejo alegre y dicharachero?, ve practicando ya tu risa y ensayando tus mejores chistes; ¿Quieres ser un viejo exitoso?, sacúdete la flojera y vete poniendo las pilas para tener una vida de la que mañana puedas sentirte orgulloso; ¿Quieres ser un viejo rodeado de amigos?, vuelve verdaderos amigos a tus relaciones actuales e identifica quiénes permanecerán contigo a través de los años; ¿Quieres ser un viejo atractivo?, empieza ya a hacer ejercicio y ponerte en forma, bebe y fuma menos, dile a tu cuerpo que hacerse viejo no es equivalente a dejar de funcionar. Después de todo, es hoy cuando construyes al tipo de viejo que serás en el futuro, eso sí es una garantía.
¿Temes llegar a viejo? No tienes porqué. Teme acaso a la vejez de los otros, pero no a la tuya, porque esa es diferente.
Tú no tienes que sufrir a la vejez, ni tiene la vejez porqué ser el monstruo sanguinario que aguarda debajo de tu cama para devorarte. Redefínela; conoce para ti como sería llegar a viejo y descríbete esa época de la manera más antojosa: tal vez con muchos ahorros para viajar como jamás lo hiciste, quizá envuelto en artes o pintando los cuadros que jamás tuviste tiempo de pintar, o aprender a pintar; tal vez pasando grandes tiempos con tus mejores amigos, riendo, cantando y contando historias y aventuras de los viejos tiempos; tal vez en una cabaña en las montañas, abrazado por tu pareja y con la chimenea crepitando y calentando la estancia, una cava repleta de vinos finos, las viejas canciones que a lo largo de los años se dedicaron uno al otro y los copos de nieve cayendo despacio detrás de la ventana. ¿Por qué no? Siempre estarás a tiempo de construirte una vejez perfecta.
¿Vez que no hay razón para ponernos nerviosos?, ¡Feliz cumpleaños! Finalmente se trata de ser cada vez más grande; y los grandes hombres o las grandes mujeres celebran al tiempo como el camino que es, a lo largo del que son cada vez más lo que siempre desearon ser.
Fuente: EneHache