Cada cuatro años, se celebra el Mundial de Futbol organizado por la Federación Internacional de Asociaciones de Fútbol (FIFA) y el planeta entero se vuelve loco. En nuestra región más particularmente, ya que el fútbol es sin duda, el deporte más popular por estos lugares. Y en especial este año, ya que la competencia se está llevando a cabo en Brasil, o sea, aquí nomás.
Lo que genera este mundial es el despertar de una pasión nacional que en la mayoría de los casos, permanece dormida en los 3 años y 11 meses entre un evento y el siguiente. El 99 por ciento de las personas a las que en general poco y nada les importa el fútbol (en su mayoría, las mujeres y los hombres homosexuales), de pronto se convierten en fanáticos que siguen todos los partidos, y ni hablemos de cuando juega la selección de su país. Al menos eso es lo que sucede en Argentina, pero asumo que el fenómeno debe ser similar en los demás países de América Latina.
¿Por qué me ofusca tanto esta actitud? Es que no comprendo a esos chicos gays que normalmente ni siquiera saben lo que significa un offside, de golpe se vuelven fanáticos del balompié de la noche a la mañana. Comienzan por estudiarse el fixture, luego se ven todos los partidos y finalmente, centran su tema de conversación en todo lo que rodea a esta bendita Copa del Mundo.
Si, ya sé que hay quienes ven los encuentros para deleitarse con esos jugadores de culos duros y redondos, enfundados en pequeños y ajustados shorts de color blanco. También, están los que sólo quieren ver la apertura para deleitarse con la diva pop de turno (hablando de culos, en el caso de este mundial le tocó a la J. Lo). Pero, ¿por qué un grupo de gente que jamás presta atención a este deporte de golpe lo convierte en el centro de su interés?
Me resulta difícil aceptar y respetar esa actitud. ¿Es acaso una necesidad de encajar y demostrar interés en algo popular para sentirse parte de la masa? Me resulta un tanto ridículo y hasta patético. No estoy tratando de estereotipar a los hombres gays indicando que a ninguno de ellos puede gustarle el fútbol. Justamente, sabemos que existen equipos de este deporte conformados por chicos homosexuales y que hasta existe el Mundial de Futbol Gay. Yo me refiero a aquellos que jamás han demostrado interés en esta disciplina y que durante este mes, se convierten en hinchas y seguidores apasionados.
Las revistas femeninas y los blogs dirigidos a lectores LGBT ya han armado sus listas de los jugadores más sexis del mundial. Eso es de esperarse y me parece perfecto; si a uno no le interesa el fútbol, al menos puede deleitarse con las bellezas más destacadas de los diferentes equipos. Pero, ¿hay necesidad de tolerar esos aburridísimos encuentros de 2 horas de duración sólo para ver una y otra vez el rebote de ese balón y de esos culos maravillosos?
Por mi parte, el pasado día domingo, mientras mi país se detenía para ver el esperadísimo encuentro entre Argentina y Bosnia, mientras algunos subían a Facebook fotos con la bandera celeste y blanca pintada en sus rostros o luciendo la casaca del equipo local, yo disfrutaba una vez más del DVD del concierto “Showgirl Homecoming” de Kylie Minogue, con todas esas plumas rosadas y esos bailarines de cuerpos esculturales en trajes de baño diminutos. ¿Por qué voy a cambiar quien soy y mis gustos sólo porque el resto del mundo está pendiente de algo que no me interesa, que nunca me interesó y que jamás me va a interesar?