Parece ser que la gigante Taschen sabe cómo entretener a todos sus lectores, sin censura y sin discriminar. Desde hace treinta cuatro años no sólo le ha apostado a la fotografía, al arte, moda, arquitectura y diseño, sino que también le apostó al sexo.
De hecho, ha sido una de las grandes editoriales a nivel mundial en la investigación, registro y difusión de publicaciones sobre fetichismo, vouyerismo, historiografía erótica, y para nuestra fortuna, fotografía gay.
Algunos de sus flamantes títulos han sido: “El desnudo masculino” -The Male Nude, en inglés-, con desnudos masculinos de todos los tiempos, “El libro del Gran Pene” -The Big Penis Book-, una fascinación fálica y algunos clásicos como la colección de desnudos artísticos de Terry Richardson, entre otros volúmenes.
En este caso, la editorial alemana decidió publicar la colección que el fotógrafo estadounidense Michael Stokes recopiló durante años sobre soldados y marinos ingleses, franceses, australianos, rusos, polacos y yanquis, posando naturalmente en sus quehaceres diarios o en situaciones casi homoeróticas. El libro se llama “My Buddy. World War II. Laid Bare”.
Así, vemos a las tropas de los países aliados revolcándose en las sinuosas playas del pacífico sur, titiritando desnudos en la nieve de Europa del Este, tomando una cerveza con los miembros apuntando a cámara o charlando amenamente en las duchas, como un testimonio vívido de la realidad que compartían.
¿Y quiénes eran…? Nada más y nada menos que los soldados de los países aliados que se embarcaron en una segunda guerra mundial decidida a arrasar con el fascismo de las potencias del eje: Alemania, Italia y Japón. Si bien el foco principal fue la liberación de Europa continental y la Unión Soviética del yugo del nazismo de Hitler, también enfrentaron el avance de Mussolini en el norte de África y de la Armada Imperial Japonesa en el pacífico sur.
Fue la contienda bélica más grande de nuestra historia y la más trágica, por hechos de enorme significación, como el Holocausto judío y el uso de bombas nucleares en Hiroshima y Nagazaki que sucumbieron al estruendo. El saldo entre ambos horrores es de entre cincuenta y setenta millones de víctimas.
Si bien la editorial cuenta con varios volúmenes que se ocupan de la parte histórica, social y artística de esta gran guerra de seis años, también quiso publicar una faceta que nunca antes se había hecho pública.
Así veremos a estos soldados-hombres en su mayor esplendor físico en escenas que responden a las realidades del combate militar: viviendo cada día como si fuera el último. Quizás algunos hasta se atrevieron a probar algo más.
– Koch