Se acerca el Halloween y la invitación a fiestas de disfraces donde probablemente habrá mucho alcohol, pierna suelta y piel que mostrar.
Cosas cotidianas. Quizá muchos de ustedes no hayan ido nunca a una fiesta de disfraces o lo encuentren tonto -lo bien que hacen-.
Entiendo también que es una celebración extranjera imperialista que no nos representa como latinoamericanos, yo mismo prefiero el Día de Muertos de origen mesoamericano (México, Guatemala, El Salvador y Belice) o el Dia dos Finados brasileña antes que el “truco o trato” céltico manoteado por los yanquis.
Sin embargo, es simpática la sucesión de eventos que esta celebración implica: fiestas de disfraces donde optas por no disfrazarte -y terminas muy ebrio con algún disfraz improvisado-, maratones de películas de horror y alucinógenos, visitas a casas encantadas en parques de diversiones… en fin, cuando lo dark se pone de moda es imparable.
Ahora bien, muchos aprovechan la ocasión y se ponen creativos. Ya no es poco común que los chicos salgan disfrazados semidesnudos para estos eventos… ellos también quieren levantar algo durante la noche.
Y si tienen un buen físico, ni te cuento. Son miel para las abejas, literal. Pero volviendo al tema inicial, lo simpático que tiene la fecha es la posibilidad de convertirse en otro. Ficcionarse.
Desde los superhéroes más trillados, pasando por los villanos del cine, militares o soldados romanos, el transformarse en otro es mínimamente algo divertido.
Si todavía no tienes idea qué disfraz elegir para las fiestas o quieres reírte del delirio -y en todo caso, disfrute- ajeno, lo mejor sería terminar asistiendo a una: puede terminar en una buena cama o anécdota. No importa si lo que quieres es parecer esto:
Y en realidad termine siendo esto:
Lo importante siempre es pegarse un buen viaje.
– Koch